En un rincón remoto del futuro, la Tierra había transformado su relación con el tiempo y la distancia.

En un rincón remoto del futuro, la Tierra había transformado su relación con el tiempo y la distancia. El cielo, antaño un lienzo azul, se había convertido en una danza de colores brillantes y reflejos metálicos gracias a los avionsónicos, naves rápidas que atravesaban el aire como flechas encantadas. Su tecnología, heredada de antiguas invenciones, combinaba magia y ciencia en un ballet sofisticado.

En la ciudad de Aeraviva, la vida giraba en torno a estos prodigios. Sus habitantes, conocidos como los Aeronáutas, vivían con la promesa de un viaje instantáneo a cualquier lugar del planeta. Pero en esa era de maravillas, un secreto inconfesable yacía bajo la superficie.

Luzia, una joven ingeniera y soñadora, había dedicado su vida a perfeccionar los motores de los avionsónicos. Cada día, en su taller iluminado por cristales mágicos, trabajaba junto a sombras y destellos, alimentando su ambición con la visión de un modelo aún más rápido. Sin embargo, aquellos que surcaban los cielos lo hacían en un desprecio casi acérrimo hacia el tiempo, sin apreciar la belleza del viaje en sí.

Una tarde, mientras Luzia perfeccionaba el nuevo modelo conocido como "El Velo", un extraño anciano apareció ante su taller. Su cabello plateado brillaba como el oro al sol, y sus ojos parecían tener historias del tiempo.

"Muchacha, el futuro no se encuentra en la velocidad, sino en la serenidad del viaje", le dijo. "Debes aprender a escuchar el viento."

Intrigada, Luzia pasó tardes escuchando historias del anciano sobre el mundo que había sido, donde las personas viajaban a pie y cada paso era una historia. Y así, Luzia comenzó a experimentar con la idea de que el tiempo podría ser más que un mero recurso a consumir. 

Decidió que El Velo no sería solo un avión sonoro. Incorporó un método mágico que permitía a los viajeros sentir el tiempo al revés, transformando el zumbido de la velocidad en una sinfonía de momentos vividos. Sería un viaje donde no solo llegarían más rápido a su destino, sino que disfrutarían de cada instante en el camino.

El lanzamiento de El Velo llegó. Los Aeronáutas estaban excitados, ansiosos por probar la nueva maravilla. Al despegar, el aire vibró con energía, pero en lugar de la velocidad abrasadora, los pasajeros sintieron cómo cada segundo se estiraba, como si el tiempo mismo les sonriera.

Las risas brotaron a través de la cabina mientras las historias del anciano resonaban en sus corazones. Al final de su travesía, no solo habían llegado a su destino, sino que dejaron a un lado la prisa y redescubrieron la magia del viaje.

Luzia sonrió, observando a los viajeros. "El futuro de los supersónicos no son solo aviones veloz, sino portadores de recuerdos, un puente entre el tiempo y la vida." Así, en un mundo que siempre avanzaba, Luzia había encontrado el verdadero ritmo del tiempo.

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